Corpus Christi se celebra 60 días después del Domingo de Resurrección. La principal finalidad de la celebración es proclamar la fe de los creyentes en la presencia de Jesucristo el jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad, que a su vez tiene lugar el domingo siguiente a Pentecostés.
Por este motivo, en Salta y con el distanciamiento social vigente, se llevaron adelante numerosos oficios religiosos, siendo el central el que estuvo a cargo del arzobispo, Mario Antonio Cargnello, en la Catedral Basílica.
Mientras, en el Vaticano el Papa Francisco celebró la misa este domingo 14 de junio, en la basílica de San Pedro con algunas decenas de fieles, todos llevando mascarillas y acatando el debido distanciamiento social.
La Eucaristía es “Memorial que sana nuestra memoria”, marcada por el olvido, por la carencia de un amor no recibido, por la negatividad. Y enciende en nosotros “el deseo de servir”, hasta crear “cadenas de solidaridad” con quien tiene hambre, no tiene trabajo, o es pobre, explicó el papa Francisco durante su homilía.
Francisco subrayó en primer lugar el valor de la memoria: “Sin memoria nos convertimos en extraños a nosotros mismos, en “transeúntes” de la existencia. Sin memoria nos desarraigamos del terreno que nos sustenta y nos dejamos llevar como hojas por el viento.
“La memoria no es algo privado, sino el camino que nos une a Dios y a los demás. Dios sabe lo difícil que es, sabe lo frágil que es nuestra memoria, y por eso hizo algo inaudito por nosotros: nos dejó un memorial. No nos dejó sólo palabras, porque es fácil olvidar lo que se escucha. No nos dejó sólo la Escritura, porque es fácil olvidar lo que se lee. No nos dejó sólo símbolos, porque también se puede olvidar lo que se ve. Nos dio, en cambio, un Alimento, pues es difícil olvidar un sabor. Nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y verdadero, con todo el sabor de su amor”.
El Papa luego enumeró las “sanaciones” de que es capaz la Eucaristía. Este memorial “cura nuestra memoria huérfana. Muchos tienen la memoria herida por la falta de afecto y las amargas decepciones recibidas de quien habría tenido que dar amor pero que, en cambio, dejó desolado el corazón. Nos gustaría volver atrás y cambiar el pasado, pero no se puede. Sin embargo, Dios puede curar estas heridas, infundiendo en nuestra memoria un amor más grande: el suyo. La Eucaristía nos trae el amor fiel del Padre, que cura nuestra orfandad”.
Con la Eucaristía el Señor también sana nuestra memoria negativa, que siempre hace aflorar las cosas que están mal y nos deja con la triste idea de que no servimos para nada, que sólo cometemos errores, que estamos “equivocados”. Jesús viene a decirnos que no es así.